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¿La hora de Latinoamérica?

Parece que Latinoamérica se encamina a una nueva época de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, todavía existen obstáculos sociales y económicos que deberán ser superados. En este artículo Luis Monroy nos describe el panorama económico de Latinoamérica, sus promesas y sus debilidades.

Por: Luis Monroy

¿La hora de Latinoamérica?

Los saldos de la crisis económica de 2008-2009 para América Latina han sido muy diferentes a los de las crisis del último cuarto del siglo XX. A diferencia de lo ocurrido en el pasado, Latinoamérica se ha recuperado rápidamente (Gráfico 1) y pareciera encaminarse a otro periodo de crecimiento similar al que tuvo lugar de 2003 a 2007, despertando altas expectativas sobre el futuro de la región. Pero, ¿qué factores permitieron este comportamiento? ¿Estamos realmente ante el inicio de un periodo de auge y prosperidad en la región?

 

Entre los factores que permitieron el crecimiento económico en el continente durante el periodo de 2003 a 2007, dos han resultado fundamentales para la recuperación económica post-crisis:

 

Responsabilidad en las políticas macroeconómicas:

 

Políticas macroeconómicas responsables son aquéllas que contribuyen a generar un ambiente económicamente estable, es decir, previsible para los agentes económicos.

 

Estas políticas se pueden englobar en una fiscal que privilegie la solvencia y el equilibrio fiscal, una política monetaria dirigida a reducir la inflación y una política cambiaria estable.

 

Este tipo de políticas prevalecieron en Latinoamérica durante el auge de 2003 a 2007, pues a diferencia del pasado en que durante los periodos de auge un superávit fiscal era utilizado para aumentar el gasto público de forma irresponsable, esta vez los gobiernos latinoamericanos utilizaron el incremento en los ingresos fiscales, equivalente al 3.4% del PIB regional, para liquidar parte de sus deudas. Sin embargo, los superávits registrados entre los diversos gobiernos latinoamericanos no son iguales. Como ejemplo, Chile registró un superávit anual promedio de 5% del PIB durante todo el periodo de auge, mientras que México registró apenas un superávit anual promedio del .1%. Esto necesariamente influyó sobre su habilidad para reducir su endeudamiento, considerando a su vez las grandes diferencias entre los márgenes de endeudamiento de los distintos países. Así, mientras Chile redujo su endeudamiento de 13% del PIB en 2003 al 4.1% en el 2007, Argentina lo redujo de 138% al 55% del PIB en el mismo periodo y México lo redujo del 22% al 21% del producto.

 

Si bien esta divergencia en los recursos disponibles al gobierno influyó en el entramado de las medidas contra cíclicas tomadas por los gobiernos, es posible decir (de forma general) que al estallar la crisis de 2007-2009 las medidas tomadas por los gobiernos aminoraron el impacto de la crisis sobre las economías de la región. A su vez, esto ha permitido que las economías latinoamericanas sean atractivas para los capitales extranjeros ante el magro crecimiento de los países más desarrollados.

 

Auge de las materias primas

 

El crecimiento económico acelerado de China ha generado un incremento en la demanda de materias primas (como el cobre, el hierro y la celulosa, entre otras) ocasionando un incremento en sus precios durante el periodo de 2003 a 2007.

 

Dado que la mayoría de las economías latinoamericanas son exportadoras de estos productos, el incremento en la demanda produjo beneficios, tanto por un incremento en el volumen exportado, como por el incremento en sus precios (de tal forma que las exportaciones crecieron 22% anualmente de 2004 a 2006, 12.5% de 2006 a agosto 2007 y 36% de agosto 2007 a junio de 2008).

 

Tras la contracción de 13.5% del comercio exterior latinoamericano en términos de volumen a causa de la crisis, las exportaciones han reiniciado su crecimiento siguiendo la trayectoria de la economía china. Incluso economías no vinculadas directamente a China han aumentado sus exportaciones, como es el caso de México cuyo volumen de bienes exportados creció un 16% durante el primer trimestre de 2010 a comparación del mismo periodo de 2009. Esto ha permitido que los ingresos de los sectores exportadores incrementen, fortaleciendo la demanda interna.

 

Debido a las condiciones que han generado estos dos factores, las perspectivas para la región son positivas; muestra de ello son las estimaciones de crecimiento realizadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL):

¿La hora de Latinoamérica?

 

El escenario favorable mostrado por estas estimaciones ha traído consigo que se empiece a hablar de la llegada de la “década latinoamericana.” Sin embargo, esta visión es demasiado precipitada y deja de lado los obstáculos a superar para convertir a Latinoamérica en un continente próspero para sus habitantes.

 

Principales obstáculos

 

Desigualdad y pobreza

 

De 2002 a la fecha el coeficiente de Gini (indicador de desigualdad) se redujo de 0.55 a 0.52 en Latinoamérica. Sin embargo, esto no indica que la desigualdad en el ingreso decreció al mismo ritmo en todos los países de la región: en el caso de Chile el índice de Gini se redujo de 0.56 a 0.52 de 2000 a 2009, en Venezuela se redujo de 0.5 a 0.41 de 2002 a 2008, mientras que en México pasó de 0.514 a 0.515 en el mismo periodo.

 

Como sucede con la desigualdad en el ingreso, la reducción de la pobreza del 44% al 33% de la población del continente, señalada por la CEPAL, no indica que todas las economías de la región siguieron la misma dinámica. Así, Chile redujo a los individuos en situación de pobreza del 20.2% de su población al 11.5% de 2000 a 2009, Venezuela del 48.6% al 27.6% durante el periodo de 2002 a 2008 mientras que en el mismo lapso en México se redujo la pobreza de 39.4% al 31.8% de la población.

 

A pesar de estos avances, la región sigue siendo una de las más desiguales del mundo, afectando el crecimiento económico de la zona y, por lo mismo, dificultando un incremento en el bienestar de toda la población latinoamericana. El impacto es dual. Por un lado existe un gran número de pobres (y con ello una gran desigualdad) que supone una limitación severa en la inversión, primordialmente en capital humano. Esto debido a que los individuos en situación de pobreza, por su menguado ingreso y lo apremiante de sus necesidades, tienen una propensión a ahorrar mínima y al mismo tiempo se encuentran excluidos de los mercados de crédito. Por ello, se encuentran poco dispuestos a invertir en proyectos de largo plazo que supongan un sacrificio en términos de liquidez, como es el caso de la educación, que supone una traba a las inversiones que pueden mejorar la productividad de los individuos y que, como consecuencia, pueden impulsar un mayor crecimiento para la región.

 

Por otra parte, el que un número importante de individuos dentro de la mayoría de los países latinoamericanos se encuentre en situación de pobreza, provoca una demanda interna menor a la que podría existir. Dado que el consumo de los individuos en situación de pobreza se encuentra concentrado en los bienes de consumo básicos, la demanda por otro tipo de bienes se encuentra solamente en aquellos sectores de la población con un ingreso superior al de la línea de pobreza. De ahí que la inversión en la producción de este tipo de bienes dependa en mayor medida del mercado exterior que del mercado interior. Este subdesarrollo del mercado interno supone una mayor vulnerabilidad frente a los choques externos, pues no hay una fuerza que sirva de contrapeso a sus efectos, lo que puede generar una mayor inestabilidad y con ello un menor crecimiento económico.

 

Para moderar el efecto de la desigualdad y la pobreza sobre el crecimiento se requiere de la dotación de servicios sociales de calidad a los individuos que se encuentran en esta situación, de tal forma que los costos de realizar una inversión como la educación decrezcan y el rendimiento esperado de ésta sea mayor al beneficio que se tiene por mantener los recursos en forma líquida. Esto generaría incentivos para que los individuos incrementen su capital humano y con ello mejoraran su productividad.

 

La provisión de servicios básicos a los más pobres, al mismo tiempo que mejora su bienestar y les provee con oportunidades para desarrollarse, también libera recursos que pueden ser utilizados en otras inversiones o en el consumo de bienes de mayor valor, con lo cual aumentaría su demanda y se incentiva la inversión en su producción. Además de ser beneficiarios del proceso de crecimiento, en palabras de Birdsall, es necesario que los pobres “sean también un motor del crecimiento.”

 

Productividad

 

Uno de los rasgos característicos de las economías latinoamericanas es la existencia de dos brechas en materia de productividad: la brecha interna y la brecha externa. Se entiende por brecha externa “las asimetrías en las capacidades tecnológicas de la región con respecto a la frontera internacional” mientras que por brecha interna se hace referencia a “las diferencias en productividad que existen entre los diversos sectores de una economía y al interior de cada uno de ellos”. Ambas definiciones de la CEPAL.

 

La brecha externa es posible de apreciar comparando la productividad (medida como la razón entre el producto del sector y los individuos empleados en el mismo) de cada uno de los sectores de las economías latinoamericanas con el sector correspondiente en una economía desarrollada como la estadounidense. Por ejemplo, la productividad del sector agrícola en Latinoamérica en el 2008, representa solamente el 7% de la productividad del mismo sector de la economía estadounidense, la industria manufacturera latinoamericana tuvo una productividad equivalente al 18% de la industria norteamericana en 2008 y la productividad del sector minero latinoamericano equivale al 70% de la productividad del mismo sector en EE.UU.

 

La diferencia tecnológica con respecto a los países más desarrollados trae como resultado que la ventaja comparativa de las economías latinoamericanas se encuentre en las actividades de poco requerimiento tecnológico, que a la vez son las de menor productividad. La especialización en estas actividades genera un incentivo perverso pues no fomenta la adquisición de capital humano por parte de los trabajadores ni el desarrollo tecnológico, con lo que se inhiben las externalidades positivas y favorables al crecimiento que provienen de la investigación científica activa. A su vez, las economías latinoamericanas, al no tener un gran desarrollo tecnológico, son economías mucho más rígidas frente a los cambios en la demanda internacional.

 

Por otra parte, la brecha interna puede ser expresada como la diferencia entre las productividades de cada uno de los sectores y la productividad media de la economía. Para el caso de Latinoamérica se encuentra en el extremo inferior la agricultura, cuya productividad fue el 31% de la productividad de la economía de la región en 2008, en el otro extremo se encuentra la minería cuya productividad fue siete veces mayor que la productividad de la economía latinoamericana para 2008.

 

Estas diferencias entre las productividades de cada uno de los sectores son en parte la causa de la gran desigualdad de ingresos en la región, pues existen ocupaciones que por su productividad son bien remuneradas mientras que otras se encuentran en el extremo opuesto. De igual forma, la poca convergencia entre las productividades de los sectores genera problemas estructurales en las economías puesto que imposibilita el surgimiento de encadenamientos productivos que hagan eficiente la producción y fomenten el crecimiento.

 

La superación de ambas brechas requiere de un esfuerzo decidido en la investigación tecnológica y la integración de los avances alcanzados en este campo a la actividad productiva. Como se mencionó, la generación de políticas que incentiven y posibiliten las inversiones en capital humano por parte de los sectores de menores ingresos generará un incremento en la productividad de estos sectores y con ello les posibilitará un mejor nivel de vida. La reducción de la brecha interna, siguiendo como meta los estándares superiores que provocan la brecha externa, provocaría una mayor tecnificación del aparato productivo a la vez que le sincronizaría a un ritmo de producción superior y con ello generaría un mayor crecimiento.

 

El avasallamiento de ambos obstáculos permitiría a Latinoamérica mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y ser menos dependiente de las circunstancias del exterior para crecer, sentando las bases para una “Década Latinoamericana.”

 


 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010