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Un paseo por la pobreza

Las visitas guiadas en barrios bajos se presentan de muy diferentes formas, pero siempre han sido controversiales. Jasmine Lau nos cuenta sus experiencias en este tipo de tours.

Por: Jasmine Lau

200 años despues

El guía nos llevó por el laberinto de Kampung Pulo, un asentamiento informal en Yakarta, Indonesia. Las vecindades, una mole de concreto, placas de metal arrugadas, tablas de madera y casas sin puertas ni cerraduras, dejaban a las 147 familias que viven ahí sin privacidad. Mientras caminábamos por los callejones con el drenaje desparramado, una mujer cubierta con una toalla nos dirigió una mirada indiferente al tiempo que lavaba su ropa. Hombres semidesnudos dormían entre los zumbidos de las moscas. Niños jugaban a “las traes” descalzos entre alcantarillas.

 

Visitas guiadas en barrios bajos se presentan de muy diferentes formas, pero siempre han sido controversiales. Las primeras visitas guiadas en las favelas de Rio de Janeiro, Brasil, comenzaron hace más de quince años, ofreciendo visitas en barrios famosos por su violencia y tráfico de drogas. Mientras que operadores y promotores afirmaban que aquellos tours podrían hacer conciencia sobre la pobreza y, a su vez, estimular la economía local, otros se estremecían con la idea de turistas extranjeros boquiabiertos ante las condiciones deplorables y sacando fotos de la miseria. Críticos calificaron a estos tours como “voyeristas,” por trivializar la pobreza y convertirla en entretenimiento. Asimismo alegaron que éstos violan el derecho básico de los residentes, quienes nunca dieron su consentimiento para participar en dicha empresa.

 

A pesar de las críticas, filiales de los tours en las favelas se encuentran alrededor del mundo, desde viajes guiados en distritos segregados en Sudáfrica hasta tours de los barrios bajos en India. Como viajera, entendí el atractivo instintivo de aventurarse fuera del mapa de los estériles y tradicionales sitios turísticos para ver el estilo de vida de la gente común. Mi curiosidad me obligó a tomar el tour del “lado oculto” de Yakarta.

 

El tour duró tres horas, una sudorosa caminata por dos tugurios diferentes en dicha ciudad. Regresé con los jeans empolvados, la memoria de mi cámara repleta de fotos, mi cartera considerablemente más liviana, pero sin haber experimentado algún tipo de crecimiento emocional. Las condiciones de vida en los Kampungs eran atroces, pero era lo que esperaba. No estaba realmente impactada. Mientras que el viaje no me pareció “voyerista,” sin duda implicaba morbo. Esto lo noté cuando los guías nos hablaron en tono lamentable de la pobreza del lugar, buscando inspirar cierto sentimiento de patetismo. Me molestó que me hubieran obligado a sentir pena por los residentes.

 

De igual manera, me confundió la actitud Ronny Poulan -fundador de “Jakarta Hidden Tours” y exproductor de cine-. Éste se mostró bondadoso y socialmente consciente, pero también fue condescendiente y un tanto ignorante, sobretodo, con respecto a la ética del turismo y los protocolos de una caridad exitosa. “Las fotos tienen un buen propósito y las personas no se rehúsan.” Ésta fue su respuesta cuando le expresé mi preocupación de que la fotografía podía ser tomada como una falta de respeto. Nos llamó “ángeles” por tratar de ser compasivos con la gente local, etiqueta que me inquietó; no albergué ninguna falsa ilusión sobre la naturaleza auto-beneficiosa del tour. La mitad de las ganancias del viaje van destinadas a una ONG que Poulan fundó, la cual reinvierte en la comunidad. Sin embargo, uno de los “proyectos” que observé en el tour, un centro comunitario donde la hija de Poulan era la única profesora voluntaria, no me convenció de que el viaje tenía realmente un impacto caritativo importante o que lo que motivaba a Poulan era verdaderamente hacer el bien.

 

A pesar de que muchos amigos me dijeron que otros tours habían sido más sensibles y se enfocaban más en la cultura y la historia del lugar, yo sigo sin convencerme. Aunque se establezcan reglas básicas razonables que garanticen que el viaje sea respetuoso y menos intrusivo, ¿Qué hace que esta experiencia sea “mejor,” más autentica o más impactante que ver un documental? ¿Necesitamos realmente un tour de tres horas para entender la vida de los menos afortunados? ¿Qué vamos a hacer después con esta información y esta experiencia? Personalmente no tengo una respuesta satisfactoria, por lo que no emprenderé otro viaje de este tipo.

 

El expresidente de Brasil reveló un gran plan que tiene como objetivo llevar a los turistas en una nueva ola de tours a las favelas durante las Olimpiadas del 2016. Me estremece pensar lo que esto implica: la fórmula de tours en las favelas y el turismo en masa juntos suena como una receta que conlleva al desastre.

 


 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010