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¡Marhaba mexiquiye!

En Medio Oriente, perdidos entre refugiados palestinos y nupcias sirias. Un viaje para enseñar se convirtió en un viaje para entender. ¡Hola, mexicano!

Por:Ana María dela Parra

200 años despues

La idea

Todo comenzó con la idea de una misión humanitaria organizada a través de la UNRWA (United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East), que consistiría en visitar campos de refugiados en Jordania y Líbano, así como financiar y apoyar la logística de un campamento de verano para niños refugiados que fueran huérfanos o discapacitados en Tartous, Siria. Este plan fue una de las bases para que fuera casi imposible no sentir que, aún cuando éramos un grupo de 15 estudiantes del ITAM que iban a explorar una región del mundo por mucho desconocida, seríamos nosotros los que íbamos a aportar cosas nuevas a estas personas, sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que no podíamos estar más equivocados.

 

Saludando

Durante la primera etapa del viaje, Jordania, nos dedicamos a explorar las expresiones culturales más evidentes del mundo árabe, entre lo que se encontraba la vestimenta, la comida y las manifestaciones religiosas que se traspapelan con la vida cotidiana en general. Tratando de mezclarnos en todo este folklor, empezamos a usar el par de palabras en árabe que habíamos logrado identificar y debido a nuestra ignorancia, se nos hizo fácil utilizar el saludo más común, Salam Aleikum, para dirigirnos a todas las personas con las que interactuábamos. Esto funcionó muy bien hasta que un día, un señor que hablaba inglés, nos explicó que ese saludo era exclusivamente para los musulmanes y que él, siendo cristiano, esperaba que lo saludáramos diciendo marhaba, un saludo universal; esta aclaración nos hizo reflexionar que efectivamente, aunque todos eran árabes, no todos eran seguidores del Islam.

 

Entre nupcias y refugiados

Una vez en Siria, dónde pasamos la mayor parte de nuestro viaje, fue muy grato descubrir que en ningún momento nos sentimos amenazados en ningún sentido, no hubo un sólo intento de agresión o robo, incluso cuando se trataba de dos mujeres caminando por la ciudad vieja después de que oscureciera. De la misma forma, la hospitalidad de la gente merece una mención especial. No hubo persona que no se interesara por saber de dónde veníamos, que se emocionara al entender que éramos mexiquiyes y nos ofreciera un par de sillas acompañadas de una buena taza de café turco o un vasito de té.

 

El punto cúspide de esto se dio cuando, al detenernos a escuchar la música que procedía de la ventana de una casa, nos invitaron a entrar y participar en la fiesta de compromiso de una boda tradicional -lo que significaba que era un matrimonio arreglado entre los padres de los novios- y que a partir de esta fiesta, que era la segunda vez que la futura pareja se veía, tenían un año para conocerse, preparar la boda y casarse. Afortunadamente, esta era la fiesta de las mujeres, quienes rápidamente nos acogieron y nos incluyeron en su "baile de vientre", disciplina en la que nuestro desempeño dejó mucho que desear. Posteriormente, la abuela de la futura novia –quien sin duda era la encargada de dirigir el evento- pasó a aprobar (suponemos que por razones culturales) nuestra presencia como invitados de la fiesta, lo que nos hizo sentir más cómodas y poder seguir participando en lo que restaba del festejo. De un momento a otro, todas las mujeres presentes comenzaron a cubrirse el pelo y ponerse gabardinas, a excepción de las hermanas y la mamá del novio. Cuando el novio en cuestión llegó, procedió a darle el anillo a la novia e, inmediatamente después, le hizo espacio a ella para que demostrara sus mejores pasos de baile. Sin duda fue una experiencia única, una vivencia que nos mostró una faceta poco conocida de las costumbres y tradiciones del Islam.

 

Gracias a la buena planeación del viaje, tuvimos la oportunidad de hablar con diversos grupos de estudiantes de nuestra edad que siempre se mostraron dispuestos a responder todas nuestras preguntas, por más impertinentes que fueran. El primer encuentro fue con un grupo de estudiantes de español de la Universidad de Damasco, con quienes pudimos hablar sobre el Islam y su identidad árabe, al hacerles preguntas sobre los velos para cubrirse la cabeza y la discriminación en otros países por su físico o formas de vestir. El segundo encuentro estuvo conformado por unos estudiantes refugiados iraquíes, que aún cuando huyeron de Iraq a causa de la guerra y el conflicto cultural entre Sunis y Chiítas, se estaban preparando para ir a la universidad en Estados Unidos este año. Con sentimientos mezclados apreciábamos la ironía que representa que una persona haya aprendido inglés platicando con soldados norteamericanos durante la invasión, consecutivamente, se logre escapar de la guerra y, ahora, esté tomando un curso especial de redacción para poder estudiar en Estados Unidos. Finalmente, tuvimos una mesa redonda con estudiantes de Relaciones Internacionales de la American University de Byblos, quienes nos explicaron la delicada situación interna de Líbano y su importancia como punto clave y cristiano en la región, ya que las libertades que un gobierno cristiano en Medio Oriente le ofrece al desarrollo económico del mundo árabe, hace que el requisito -legal- de que el presidente de Líbano sea cristiano maronita, sea defendido por los intereses de casi todas las minorías.

 

De ahí, por fin llegó el momento para el cual nos habíamos apuntado a tan interesante aventura: el campamento de verano para los niños refugiados palestinos. Al llegar al campamento y su alojamiento, nos acomodaron a las diez niñas del grupo en un cuarto lleno de colchones de plástico, la mayoría en el piso, sin sábanas o colchas, sin ningún tipo de dispositivo eficiente en contra del calor y con un solo baño para todas. Posteriormente nos invitaron al comedor, donde se nos ofreció un plato de acero inoxidable y una cuchara, que seguía mojada debido a que alguien más lo acababa de usar, y una mesa llena de platos enormes llenos de comida de donde todo mundo se servía con ayuda de su pan pita y que, a su vez, compartía con los demás voluntarios.

 

A pesar de ello, la impresión pasó rápidamente y se abrió ante nosotros la verdadera razón por la que estábamos ahí. No tardamos en darnos cuenta que todas las personas que se encontraban involucradas en el campamento, eran miembros de una comunidad unida y luchadora que se dedicaba a disfrutar cada momento de su vida. Entre las cosas que más nos asombraron de los niños estaban sus facilidades para las artes, ya que descubrimos que la mayoría de los niños cantaba o bailaba. De la misma forma, el sentimiento de pertenencia a ese grupo determinado de personas, no permitía que ni siquiera los niños que tenían alguna discapacidad fueran tratados en ningún momento de manera distinta a los demás. También nos dimos cuenta de que la identidad palestina no sólo es una idea que los mantiene unidos luchando por lo que creen, sino que es lo que define a una comunidad, es la expresión de una historia y uno de los lados de un conflicto cultural que va más allá de nuestra comprensión. Sin embargo, esto no significa que estén cegados por una pasión belicosa o independentista. Fue increíble escuchar a algunas personas tratando de explicar que a pesar de todo, saben diferenciar entre las acciones de un gobierno y las de una población, que siempre recuerdan con anhelo sus hogares originales, en donde algún vecino, amigo de toda la vida y fuente de la más absoluta confianza era judío, y que lo único que esperan es poder vivir tranquilamente en aquel lugar donde realmente se sienten identificados.

 

Las fachadas de Líbano

Finalmente visitamos Líbano, en específico Beirut. Indudablemente es el Paris de Medio Oriente, con sus grandes boutiques, exclusivos clubs nocturnos y restaurantes de nivel internacional. Sin embargo, fue el país en dónde mayor tensión se sintió. Alrededor de todo este "paraíso occidental" pudimos ver a señores repellando marcas de balas en las fachadas de su casa, producto de una violenta guerra civil. De igual manera, fuimos testigos de las condiciones en las que viven los veinte mil refugiados palestinos, que no cuentan con papeles para trabajar de manera legal, y viven hacinados en un campo que mide un kilómetro cuadrado, experiencia casi tan impactante como la propaganda abierta de Hezbollah que pudimos observar a las afueras del Templo de Baalbek.

 

El fin del principio

Las vivencias de este viaje nos hicieron constatar que la visión del Medio Oriente está seleccionada y enfocada según lo que los medios quieren reportar. Sin embargo, es momento de entender que en realidad no sabemos nada sobre el mundo árabe, que nuestra opinión es limitada, que existe otra realidad detrás de lo que día a día podemos ver y que debemos explorar. Esa sensación nos dejó la frase de los Beatles que está en la pared del Hard Rock del Central District de Beirut: "The time will come when you see we are all one".

 


 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010