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El regreso del Confucionismo

En la China de hace 30 años cultivar flores y estudiar inglés era un acto capitalista, ahora, las políticas de mercado chinas se contraponen al discurso oficial pero, ¿Cuál enfoque prevalece en el país realmente?.

Por: Alfonso L. Corcuera

200 años despues

FOTO ALFONSO L. CORCUERA

Hace 30 años cultivar flores y estudiar inglés era considerado un acto capitalista y anti-revolucionario" -comenta el señor Hei de setenta años, de la provincia de Zhejiang. En la china de hoy, los profesionistas chinos angloparlantes tienen un alto valor agregado en el mercado laboral.

 

Han pasado más de 30 años desde que China implementó sus reformas económicas de mercado (改革开放) , el resultado ha sido simplemente impresionante, la tasa de crecimiento del PIB anual ha sido aproximadamente del 10%, levantando así a más de 400 millones de personas de la pobreza extrema. No obstante, dicha proeza ha tenido costos bastante fuertes, tales como una incontenible degradación del medio ambiente, explotación laboral y, sobretodo, una creciente desigualdad económica en un país que promueve el "socialismo con características chinas".

 

Conscientes de dichos fenómenos, los líderes chinos actuales se encuentran en una situación difícil de ignorar, el crecimiento económico obtenido no es suficiente para mantener la credibilidad del Partido Comunista. Pero la pregunta crucial es de qué manera puede obtener mayor credibilidad el gobierno, si éste ha promovido políticas públicas que han llevado a una clara tergiversación de los principios revolucionarios socialistas, principios proclamados desde el establecimiento de la República Popular China en 1949.

 

Contrario a lo que muchos pensarían, la respuesta no se encuentra en los intentos ilusorios del gobierno a apegarse a la doctrina Marxista-Leninista (la cual nadie se atreve a desacreditar públicamente), sino en la búsqueda de aplicaciones de políticas públicas que se encuentren moralmente justificadas por principios éticos chinos. Dicha empresa tiene el objetivo de revivir principios filosóficos confucionistas, los cuales se centran en la importancia del establecimiento de una sociedad armónica, basada en las relaciones de respeto, compasión, lealtad y fidelidad. Por tanto, desde el inicio de su administración en 2003, el secretario general del Partido Comunista, Hu Jintao, ha recalcado la importancia de "construir una sociedad armoniosa". Asimismo, el primer ministro Wen Jiabao ha realizado declaraciones más específicas en las que hace referencia a la tradición confucionista: "Desde Confucio hasta Sun Yat-Sen, la tradición cultural china tienen preciosos elementos que enfatizan el compañerismo, compasión, armonía y responsabilidad común" 天下为公.

 

No obstante, habría que cuestionar verdaderamente que tan apegado a la realidad es el discurso de los líderes comunistas. Francamente, se puede hacer mención de que los impresionantes resultados económicos han elevado los ingresos y el poder adquisitivo de la mayoría del pueblo chino. Sin embargo, aún existe una considerable cantidad de voces disidentes que niegan el estar dirigiéndose rumbo a un mundo más armónico.

 

"Yo he visto a la nueva China crecer, cuando joven fui parte de los guardias rojos de la Revolución Cultural, los cuales luchábamos por propagar el pensamiento de Mao Zedong, ahora en mi vejez, únicamente veo un desarrollo económico que gradualmente hace más clara la división entre ricos y pobres" -menciona el señor Hei. En la China actual, la desigualdad económica es un fenómeno bastante evidente, al caminar por las calles de Beijing y Shanghai, uno ya no se sorprende al ver Ferraris y Lamborghinis, así como tampoco al ver rascacielos como los de Nueva York o Hong Kong.

 

Tristemente, las palabras del señor Hei reflejan la cruda realidad de este país, tanto las estadísticas del gobierno chino como las del Banco Mundial avalan dicho fenómeno. El índice del coeficiente GINI en China es cada vez más similar al de países latinoamericanos: 0.41 unidades en comparación con 0.48 en México, es decir, el nivel de desigualdad económica es cada vez mayor. Aunado al problema de la desigualdad, existen otros muy graves, tal como es el caso de la corrupción y el tráfico de influencias en el sector público. Para el pueblo chino, el cual históricamente ha sido gobernado por una autoridad rígida y centralizada, el gobierno ha sido el eje rector de la sociedad, los cargos públicos son lo que ellos llaman "el tazón de acero" (铁饭碗), es decir, trabajos con contratos inquebrantables que aseguran una fuente de ingresos vitalicios. Tomando en consideración las desfavorables condiciones laborales que imperan en la mayoría de las empresas del sector privado, un puesto público es extremadamente preciado, lo cual ha llevado a bastantes actos de corrupción en los últimos años; tal como lo comenta la señora Zhang, "mi hijo acaba de recibirse como doctor y ha tratado de conseguir una plaza en un hospital cercano a nuestra casa, sin embargo, los oficiales le han pedido un soborno equivalente al monto del salario que mi hijo recibiría en ¡dos años!"

 

Pero a pesar de los grandes desequilibrios que han emanado a raíz del proceso de apertura económica, las palabras de los jóvenes chinos reflejan la esperanza de conseguir un mayor bienestar para las generaciones futuras. Como comentaba Liang, estudiante de la universidad de Wuhan, "en las décadas recientes, el pueblo sólo se preocupaba por asuntos políticos, ahora más que nunca, la gente únicamente está interesada en comer bien, vestir bien y conseguir los medios para darle una vida digna a sus familiares". Las palabras de Liang son más profundas de lo que parecen. Lo que él hace referencia es a un proceso de desapego y de cierta indiferencia del pueblo sobre los asuntos políticos, es decir, la gente está más preocupada en pensar por su bienestar económico que comenzar a discutir si China debiese tener un régimen democrático al estilo occidental, o si las políticas públicas debiesen tener un tinte más confucionista o no. Tal como es el caso de Singapur, donde una de las grandes prioridades sociales reside en el bienestar económico de sus ciudadanos y no el tipo de régimen político. Podríamos decir, que las generaciones jóvenes están gradualmente llevando a la realidad lo que el octagenario lídel Deng Xiaoping (邓小平) dijo, "no importa si el gato es blanco o negro, mientras logre cazar ratones es un buen gato".

 

Acorde a la versión oficial, las políticas para promover el desarrollo económico del Tibet y las zonas del noroeste, los intentos de reformas al sistema de salud, el control de las especulaciones en el mercado inmobiliario, la organización de eventos internacionales como las Olimpiadas del 2008 y la Expo Shanghai 2010, son pruebas claras del interés por promover una sociedad armoniosa. Para los cien viejos apellidos (老百姓 - forma popular de llamar a la gente), la situación social actual es muy clara, el gobierno está cambiando el discurso y tratando de atender las problemáticas emanadas del proceso de apertura económica, no obstante, para ellos, la mejor manera de afrontar la situación actual es adentrándose al nuevo mundo capitalista en el que viven. Justo como lo menciona Liang, "la china actual es un mundo de nuevos y grandes retos, espero, que algún día, mi pueblo efectivamente llegue a vivir en una sociedad armoniosa".

 


 

 

 

 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010