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¿Por qué celebrar el Bicentenario?

Se acercan los festejos del Bicentenario, no obstante, el énfasis que se le quiere dar a las fiestas es claro: cubrir el descontento que tiene la población con gasto público.

Por: Héctor Huitzil Granados

200 años despues

FOTO ESTEFANIA ACUNA

Los festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución se acercan, empezando el 15 de septiembre y terminando el 20 de noviembre. Estas fechas deberían de ser recordadas como un signo de unidad nacional, de lucha en contra de la injusticia y del no conformismo, pero sus celebraciones parecen más bien la puesta en marcha de aquel viejo dicho romano: "al pueblo pan y circo".

 

Para un evento de tal magnitud se destinarán recursos públicos que se aproximan a los dos mil 900 millones de pesos, incluyendo rendimientos financieros a la fecha en un fideicomiso operado por el Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y Armada (Banjército). De esta cantidad, se han gastado cerca de mil 90 millones de pesos aunque, en realidad, la cantidad exacta de recursos no se conoce porque Banjército hará pública la información relacionada con esos fondos hasta dentro de 12 años (argumentando que dichos recursos pertenecen a un fondo amparado por la Ley de Instituciones de Crédito, lo que les permite hacer los archivos públicos hasta el año 2022.

 

¿Cómo planea gastarse tal fondo? Una parte será destinada a la construcción de monumentos conmemorativos como el "Arco Bicentenario" o la "Estela de Luz" -un obelisco recubierto de cuarzo de 104 metros de altura- que pretende ser el emblema de ambos aniversarios. La "Estela de Luz" será ubicada en el Distrito Federal y su costo será de 762 millones de pesos, gasto que será equivalente al recorte presupuestal que sufrió el sector educativo público en el país. Otra parte del presupuesto conmemorativo está programado para gastarse en la preparación y ejecución de dos fiestas: la primera en Septiembre, por ocasión del Bicentenario y la segunda en Octubre, por el inicio de la Revolución. Otros gastos incluyen ciertos ornamentos alusivos a estas fiestas, como los relojes instalados en 32 ciudades en el interior de la república, que actúan como cuenta regresiva hacia los festejos. Finalmente, el resto del presupuesto, cerca de 500 millones de pesos, se gastará en transmisiones televisivas y anuncios espectaculares.

 

La pregunta que habría que hacerse es ¿por qué gastar tanto dinero en anunciar y celebrar estos días? La respuesta parece encontrarse en la finalidad política de estas fiestas. Un festejo que destina tantos recursos públicos resulta muy oportuno para un gobierno que desde su inicio ha sido infortunado.

 

Desde el comienzo del gobierno del actual presidente, Felipe Calderón, en 2006, ha existido una fuerte oposición a su política, pues las elecciones en las que resultó ganador fueron tachadas de fraudulentas, por fuerzas políticas opositoras, dando inicio a un gobierno inestable y con una severa necesidad de unidad política. Unidad que recientemente se ha visto especialmente afectada, entre otras cosas, después de que el presidente decidiera extinguir la compañía proveedora de electricidad en el centro del país, Luz y Fuerza del Centro, lo que a su vez, ha dado motivos a los grupos reacios al gobierno para criticarlo y organizar movimientos de desobediencia civil junto con otros sindicatos, como el principal sindicato de mineros.

 

A pesar de que la recuperación económica está siendo promocionada por el gobierno y el combate al desempleo ha sido la estafeta de campaña del actual presidente, la recuperación económica sigue siendo la preocupación principal de los mexicanos, considerablemente por delante de la violencia -como menciona la reconocida consultora Mitofsky en su informe del presente año.

 

Finalmente y como la preocupación que crece más rápidamente, el país se encuentra a la mitad de una guerra en contra del narcotráfico que inició en el 2007. Esta guerra le ha costado muchas vidas al país (números que rebasan los veinte mil muertos) y credibilidad a la otrora institución más respetada del país, el ejército. Este conflicto no ha excluido a ningún sector de la sociedad o región del país, involucrando desde políticos prominentes hasta inmigrantes ilegales.

 

Sin embargo, los festejos del Bicentenario y Centenario buscarán subsanar los errores y heridas que el gobierno le ha dejado a la población, ya que la mayor proporción de obras conmemorativas designadas por el gobierno federal estarán concentradas en los lugares donde la desaprobación de la sociedad hacia la presidencia es mayor, como en el centro de la república, en donde prevalece el descontento hacia el gobierno. La última encuesta federal realizada por la consultora Mitofsky muestra que el Distrito Federal, donde se concentran la mayoría de las obras conmemorativas, se encuentra en el penúltimo lugar nacional en cuanto a aprobación, donde apenas la mitad de la población aprueba la política presidencial.. Ejemplos de esta "compensación" serían el "Parque Bicentenario", la "Estela de Luz", el "Circuito Bicentenario" y la construcción de una línea adicional de metro, todos estos localizados en la ciudad capital. Por otro lado, en la ciudad de Querétaro se encuentra el "Parque Bicentenario" y en la ciudad de Guanajuato la "Expo Bicentenario"-una de las obras más costosas, valuada en cien millones de pesos- .Sin embargo, en el norte del país, donde el apoyo hacia el presidente Calderón es mayoritario, no está programadas ninguna obra por parte del gobierno federal.

 

A partir de estos datos, el énfasis que se le quiere dar a las fiestas es claro: cubrir el descontento que tiene la población con gasto público, como lo haría cualquier gobierno demagogo.

 

Las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución fallan en los que deberían ser sus principales motivos, es decir, la creación de una identidad común para los mexicanos y, a su vez, como una guía inspirada en el pasado, buscando dar soluciones a los problemas actuales y definiendo el rumbo del país. Nuestros festejos nos remiten a la época romana, terminan siendo solamente un circo, una forma vulgar de disfrazar los problemas actuales manteniendo ocupada la atención hacia el pasado.

 


 

 

 

 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010