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¡Otra!,¡Otra!

El ser humano gusta de llevar registro de todo lo que acontece. Entre versos y refranes, y entre corridos y notas, los mexicanos cuentan su historia. Episodios como aquel de la Revolución Mexicana son inmortalizados y así, hechos y nombres van quedando archivados, grabados en la memoria.

Por: Juan Pedro Luengas García

El planeta no esta jugando

Sin una fecha oficial de creación, los dichos y refranes no han sido considerados como parte de una época o etapa, simplemente han estado presentes a lo largo de la historia, plasmando consejos y reprimendas entre hijos de Tenoch. "Cuando no sepas qué hacer, un refrán te lo puede resolver" además "de cantares y refranes, tiene el pueblo mil millares". A diferencia de los dichos y refranes, los corridos son considerados tanto parte de la época romántica española como una ramificación de esta última (Mendoza, 1956).

 

La disparatada y cambiante época de villistas, carrancistas y zapatistas fue el perfecto caldo de cultivo para que surgieran los corridos. La revolución fue una época de inconformes e inconformidades, de ilusos e ilusiones, de revoltosos y sus revueltas, momentos que, con sus pormenores, los corridos parecen relatar. La guerra, con sus matices y colores, se plasmó en canciones que dieron voz a la gente, una historia mexicana que se percibe hoy en día en los miles de refranes, dichos y dicharachos que, como si fueran fieles escribanos, no permiten que se pierda lo que pasa cada día y nosotros, como buenos pregoneros, los aprendemos y seguimos repitiendo. Como dicen por ahí: "hijo de maguey, mecate".

 

Entre dichos y refranes, entre corridos y notas,1 si el lector me lo permite, contaré una corta historia. Un resumen de los hechos y los versos vivarachos que aún se cuentan y se cantan sobre nuestra "erre" Mexicana. Adelante, entonces muestro, las personas y los nombres, su cometido y acción, en nuestra Revolución:

 

Presuntuosa ideología con poder en un señor, que solía ser caudillo pero hace tiempo se olvidó. Año tras año en el poder, privilegió a los amigos, favoreció a conocidos ¡Qué suerte estar entre ellos! ¡Qué mala pata si no! Pero el pueblo ya no aguanta y les canta una canción: "Con un gobierno tan largo, ya el pueblo se había cansado, y deseaba asegurar el bienestar ya gozado […] se formó un partido opuesto y como ya era lo justo, todos deseaban un cambio que a la opinión diera gusto".

 

Ya surgida la oposición, preparada, busca un líder que no tarda en lanzarse a la campaña. Ingenuo jefe popular, o eso cuentan los de allá, se comienza a preguntar: ¿Cómo contendrá tanto rencor, este gobierno opresor? "Hoy, hoy" aún se escucha su estandarte, es verdad que más perverso, en las juntas del Congreso: ¡Viva la votación partidista… para la reelección nepotista! Dejemos la "reconquista", regresemos a la revolución con toda su ponzoña, en la que el pueblo pide: "¡A darle que es mole de olla!"

 

Próximas las elecciones, por las calles (y no por Calles) se canta: "[…] se levantó la nación contra de Porfirio Díaz. Vuela, vuela, palomita, anda, párate en el cerro y anda saluda gustosa a don Francisco Madero. Pues ya me voy con Madero, con gusto en el corazón ¡Viva el Sufragio Efectivo que no admitió Reelección!". En un primer momento el viejo partido se queda con el puesto, entonces el pueblo un poco indigesto comienza con la afrenta, apelando al no electo y su papel de cenici enta. Los hechos parecen querer decir, toda la verborrea: "¡Ahora verás huarache, ya apareció tu correa!".

 

Llegó el momento decisivo, ahora sí no hay marcha atrás. ¡Contra el gobierno coercitivo, que no vuelva nunca más! Empieza la lucha armada, sale el pueblo en desbandada. Un acontecimiento, que de ser por mí no cuento. Mas yo no "como frijoles para eructar jamón" y los versos que les canto nos relatan este momento de la revolución: "Varios obreros y estudiantes se afiliaron al candidato con el más crecido afán y como jefe del Partido designaron al invencible señor Aquiles Serdán. […] Miguel Cabrera con una orden imperial llegó a la casa de Serdán y le exigía que se le abriera, pues traía orden de catear. […] En ese instante salió Aquiles iracundo […] le pegó un tiro y a Fragoso, su segundo, preso en un cuarto ordenó que se dejara".

 

El viejo gobierno busca mitigar el inminente aguacero sin recordar que "la puerca más flaca es la que rompe el chiquero." El conflicto es inminente y el pueblo asegura con fuerza abismal: "No 1e temo al Presidente, tampoco a Ramón Corral. El Santo Niño de Atocha es el que me ha de ayudar. […] Vamos, vamos mexicanos, empuñando nuestro acero; vamos a darle la mano a don Francisco Madero."

 

En las guerras gana el más ducho, y se blasfema y se brama, "como ollita que hierve mucho, o se quema o se derrama," mientras hierve, dicen los bigotudos sobre distintos gobiernos: "si los he toreado cornudos, 'cuantimás' los toreo sin cuernos" y mientras se derrama, grita la guardia canina al borde del desmayo: "más vale que digan aquí corrió una gallina y no aquí murió un gallo". Al grupo de estos últimos se une el otrora gobernante y se gana una canción del pueblo beligerante: " […] Diez años de triste guerra fue la herencia que dejó, por no entregar el poder en el destierro murió."

 

El revolucionario hace su entrada triunfal coincidiendo con un sismo, inspirando en sus fieles un verso que podría llegar a himno: " […] cuando Madero llegó, hasta la tierra tembló." Después toma el poder gracias al voto popular y cual héroe mítico lo llegaron a adular: "México justo debió darle un premio por su lealtad de antiguo espartano, y por seis años unánimes nombrámosle Presidente del pueblo mexicano."

 

Como "el carbón que ha sido brasa fácilmente vuelve a arder," este conflicto que parece decadente no se acaba de cocer. El recién electo presidente enfrenta una nueva rebelión, en el sur la gente exige de su tierra reposición, saliendo al escenario un caudillo con su "original" reclamación:

 

"—¿Por qué lloras, padre? —pregunta Emiliano—.No llores, que nos aterras.

 

—Es porque los amos, con pistola en mano, nos han quitado las tierras. […]

 

—¿Por qué no pelean contra esos tiranos y acaban la esclavitud? […] Yo haré que devuelvan las tierras robadas y se calme tu dolor, es un juramento, no bravuconadas, te doy palabra de honor."

 

El nuevo presidente trata de enlistar en sus filas al sureño, pero éste desconfía y además le frunce el ceño, haciendo que el gobierno accidentado lo considere un peligro, prefiriendo al sublevado más muerto que vivo:

 

"—A traerme a Zapata se va usted al momento, se halla en San Juan Chinameca.

 

—Con mucho gusto lo haré, ahora si no se me escapa, hoy mismo le traigo a usted la cabeza de Zapata."

 

Por eso el pueblo avisa al caudillo con su canto: "[…] entre Zapata y Madero ha habido cierto quebranto, no se pusieron de acuerdo, muchachos, se quebró el plato." El gobernante confianzudo manda detener a quien se alza, sin embargo por "sesudo" lo traiciona su hombre de confianza: "Huerta por sus partidarios se hizo solo Presidente, luego que subió al poder a Madero dio la muerte." El pueblo no olvida a su muerto presidente, extraña su presencia: "Quince meses solamente estuvo en la Presidencia, guerreando con los rebeldes. Luchando por su existencia."

 

Instaurado el usurpador gobierno, la gente reclama con su fino castellano: "Si el Presidente Madero tuvo el mando soberano, fue porque se hizo querido de este pueblo mexicano, no como Huerta, el idiota, quien decía: 'Soy elegido, hoy quedo de Presidente, pues de todos soy querido…"

 

"El que se pica, ajos come" y el autonombrado espera ya su desplome. Mientras busca cómo arreglar su disparate enfrenta "una sopa de su propio chocolate". Desde el norte la nueva ola de la revolución se desata, gritando y exigiendo una constitución aún no nata: "Don Venustiano Carranza, Gobernador de Coahuila, para defender a la patria puso en peligro la vida. […] comenzaron a pelear, hasta que fueron venciendo a la hermosa capital… pronto tendremos la paz toditos los mexicanos, terminará ya la guerra y acabarán los tiranos..."

 

Como si de repetición se tratara, el "gobernante", obligado, de su puesto se separa: "[…] cuando Victoriano Huerta se despidió de la silla le chillaba como ardilla, se le hincaba y la abrazaba, y haciéndole mil cariños se arrimaba y la besaba."

 

El nuevo líder trata de pactar con los jefes que no se subyugan demostrando no ser "como los frijoles que al primer hervor se arrugan." Convoca a una junta buscando crear, para luego aprobar, una nueva Carta Magna que más o menos quede decente: "Ya Venustiano Carranza tiene su Constituyente pa' enderezarle las leyes que les va a dar a la gente. Ándale, chata, y nos vamos, ponte tus choclos morados; vamos al tiatro "Iturbide", verás a los Diputados, que hablan, se insultan y gritan; bajan y suben pa'riba y el que traga más pinole es quien tiene más saliva".

 

Aunque esta historia no acaba aquí, aquí de ella nos despediremos. "El que más temprano se moja, más tiempo tiene para secarse." Como la canción podría seguir, viendo la tempestad vámonos hincando, pues "más vale pájaro en mano que cientos volando."

 

Entre idas y venidas, entre líderes que ganan y pierden, desde la lejana Conquista hasta el tan cercano México de hoy, sin olvidar nuestra Mexicana Revolución, todo queda y va quedando en los dichos y refranes, en corridos y cantares. Por ello, mientras la fiesta de la historia sigue y sigue, cuando acaba una canción la gente se levanta y pide "¡Otra! ¡Otra!" y ni hablar, al pueblo lo que pida, aunque de cuando en cuando la canción se nos repita.

 


 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010