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El lado oscuro del Nobel: a la sombra de la ironía

A pesar de su prestigio a nivel internacional, los premios Nobel generan polémica y controversia cuando se trata de responder a dos preguntas: ¿A quién se lo dieron? Y ¿Por qué?. Sandra Navarro analiza los hechos que rodearon algunas designaciones y plantea posibles factores que pudieron haber influido en esas entregas.

Por: Sandra Navarro.

El lado oscuro del Nobel

Paris, 27 de noviembre de 1895.

 

“Se dispondrá como sigue de todo el remanente de la fortuna realizable que deje al morir: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyo interés se distribuirá anualmente como recompensa a los que, durante el año anterior, hayan prestado los mayores servicios a la humanidad.” Alfred B. Nobel

 

Alfred B. Nobel heredó al mundo las bases para los premios que llevan su nombre y que, con el tiempo, cobrarían una importancia sin precedentes. El apellido del inventor de la dinamita es sinónimo de admiración y respeto, aunque también es corazón de acaloradas discusiones y controversias.

 

Su testamento, de donde se desprenden originalmente los premios de física, medicina (o fisiología), química, literatura y de la paz para aquellos que “hayan prestado los mayores servicios a la humanidad” atestiguan un remordimiento que él mismo declaró en vida. Remordimiento similar al que sintieron tanto Einstein, tras haber contribuido al descubrimiento de la teoría atómica, como la viuda de Winchester, respecto a las armas que fabricaba su esposo.

 

La apreciación general en torno a los premios es positiva, sin embargo sus orígenes se deslizan entre la paradoja y la ironía al considerar el papel de Nobel en el desarrollo de los explosivos. Mientras tanto, a nivel internacional, los premios podrían interpretarse como una fuente de presión, simple mercadotecnia o una forma de institucionalizar ciertos principios –de corte político occidental- que serán mencionados más adelante.

 

Si bien la historia del Premio Nobel da mucho de qué hablar, rara vez se hace mención de las controversias al otorgarlo, las querellas al nominar, los posibles intereses de fondo o de quiénes lo han rechazado. Estos no son los únicos casos que pudieran suscitar interés, pero la falta de información oficial -que con frecuencia no está disponible- desalienta a cualquiera y es que antes de llegar a ser material de conocimiento popular, estos datos pasan 50 años en secreto.

 

Blancas controversias

 

En particular, sobre el Nobel de la Paz, históricamente existe cierto nivel de incongruencia respecto a la entrega del premio y los nominados a éste. Sin ir muy lejos, entre los personajes que alguna vez contendieron por el galardón se encuentran Gandhi y Stalin. El primero, un verdadero ejemplo de activismo en pro de la paz, recibió doce nominaciones. Mientras que el segundo, a quien se le adjudican millones de muertes, fue nominado en dos ocasiones gracias a “sus intentos por terminar la Segunda Guerra Mundial,” según datos de la organización que otorga el premio. De esas catorce nominaciones entre los dos personajes, ninguna los hizo acreedores al galardón.

 

Entre los polémicos ganadores de este Nobel se enlistan los nombres de Lui Xiaobo (2010), Barack Obama (2009), Al Gore (2007), Yasser Arafat (1994), Aung San Suu Kyi (1991), Mohamed Anwar Al-Sadat y Menachem Begin (1978). Además de la controversial lista de nominados en 2006.

 

• Presos pacíficos y palomas verdes

 

Tanto Lui Xiaobo como Aung San Suu Kyi son considerados disidentes políticos en sus países, China y Birmania respectivamente. En ambos casos, los premios se concedieron mientras el primero cumplía con una condena y la segunda se encontraba bajo arresto domiciliario. Dichas entregas podrían interpretarse como una forma de ejercer presión política para la instauración efectiva de la democracia en países donde persiste el autoritarismo y el totalitarismo. Por otro lado, también resalta el premio de Al Gore, cuyo trabajo tiene más relación con la lucha por la preservación del medio ambiente y la sustentabilidad que con la búsqueda de la paz mundial.

 

• Terrorismo y guerra por el bien de la humanidad

 

Los vínculos tanto de Yasser Arafat como de Menachem Begin con el terrorismo criminal y el terrorismo de Estado son innegables, mientras que Al-Sadat fue alguna vez acusado, entre otras cosas, de haber colaborado con el partido nazi en la época de la Segunda Guerra Mundial.

 

• Paz es intención, no hechos

 

En el caso de Obama, el Nobel de la Paz se le concedió cuando llevaba poco más de ocho meses en el cargo de Presidente de los Estados Unidos y apenas se disponía a poner en marcha una ambiciosa agenda política, que incluía entre otras cosas el cierre de la prisión de Guantánamo y la implementación de un sistema antimisiles en Europa central. Sin embargo, se enfrentó desde el principio a un contexto políticamente hostil pues Pakistán protestaba sobre la intervención americana en la frontera con Afganistán, a la vez que Irán manifestaba sus ambiciones nucleares. Al momento de recibir el premio, Obama había enviado un número importante de tropas a Irak y su intento por cerrar la prisión de Guantánamo no había tenido éxito.

 

Si bien el premio pudo haber llegado antes de tiempo -como estiman algunos- también podría considerarse como un medio de presión para agilizar procesos como el cierre de Guantánamo, o reducir la actividad bélica y el intervencionismo de Estados Unidos en asuntos internacionales.

 

• Popcifistas y otros.

 

En la lista de nominados para 2006 se encontraban los nombres de Bob Geldof -actor y cantante creador de Band Aid Trust (proyecto que incluía los conciertos de Live Aid y Live 8)-, Colin Powel -ex-Secretario de Estado estadounidense-, Bono -líder de la banda U2- y Muhammad Yunus -banquero y economista hindú creador de los microcréditos- quien resultó ganador.

 

Tal diversidad en los nominados podría interpretarse como una campaña publicitaria en un intento por recobrar la importancia de los premios, la que se había ido menguando con los años. O bien como una forma de cambiar la percepción general en torno a los mismos, haciéndolos parecer más populares.

 

Merecer o no merecer, esa es la cuestión

 

Un Nobel de literatura llegó a las manos de Sir Winston Churchill en 1953, cuando personajes de la talla de Mark Twain, Marcel Proust, Henrik Ibsen, James Joyce, León Tolstoi, Jorge Luis Borges y Antón Chéjov nunca lo recibieron. Situación que pudiera llevar a cuestionar la objetividad de los premios.

 

A la fecha, el premio ha sido rechazado un par de veces. El caso más conocido es el de Jean Paul Sartre, quien en 1964 rechazo el Nobel de literatura. Dicha negativa -como explica Jeanson- se debió a que el intelectual francés acostumbraba "gritar al mundo entero, en una mezcla asombrosa de rabia y de gozo, su odio a los burgueses, su hostilidad a los poderes establecidos." En palabras del propio Sartre: “[…] cuando se trata de un hombre aislado, incluso si tiene opiniones ‘extremistas,’ se le recupera necesariamente, en cierto modo, coronándole. Es una manera de decir: ’Finalmente, es de los nuestros.’ Yo no podía aceptar eso.”

 

La institucionalización de la que habla Sartre, así como la importancia del premio como fuente de presión, se hizo evidente cuando en 1958 Boris Pasternak (autor de Doctor Zhivago) fue orillado a rechazar el premio, pues aceptarlo hubiera supuesto su exilio ya que el gobierno soviético consideraba que su escritura promovía una narrativa anti-socialista .

 

El Nobel es sin duda un fantasma que cruza fronteras recorriendo países, mentes y plumas. Con más de cien años de existencia los premios siguen siendo una verdadera institución. Al final, muchos lo han querido, muchos lo han merecido, pero sólo unos cuantos lo han obtenido. El cuándo, cómo y por qué seguirá siendo un misterio que deja lugar únicamente a especulaciones.

 


 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010