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Índice fallido de los Estados.

Una escala que considere determinadas características de los Estados y los haga comparables en los mismos términos es necesaria. Pero ¿comparable respecto a qué? ¿Quién debe decidir lo que es válido universalmente y lo que no?

Por: Anukie de la Parra

Índice fallido de los Estados.

Grecia es el primer Estado fallido de la Unión Europea. La guerra contra el narcotráfico hará de México un Estado fallido. Iraq es un Estado fallido. La mayoría de los países africanos son Estados fallidos.

 

Sin duda los acontecimientos que están marcando un nuevo orden mundial, como las crisis financieras y la proliferación de armas nucleares, han dado cabida a afirmaciones tan fuertes y a la vez tan vacías como las arriba mencionadas.

 

Seguramente aquellas personas que cuestionaron lo que decían los titulares, decidieron investigar un poco más sobre el tema. ¿Con qué se encontraron? Con el “Índice de Estados Fallidos 2010” que realiza Foreign Policy y The fund for peace. Este índice podría considerarse como la lista (políticamente correcta) que clasifica, en cierto modo, a los países de acuerdo a qué tan allegados son a Estados Unidos.

 

La escala de medición contempla determinadas características de los Estados y los hace comparables en esos mismos términos. Evidentemente, como Estados Unidos es quién lleva a cabo el estudio que respalda el Índice, dicho análisis se apega y defiende dos de los principios fundamentales de esta gran potencia: democracia y estabilidad (con todo lo que esto conlleva) empapando la perspectiva de este Índice de lo que se podría llamar “subjetividad excluyente.”

 

Democracia

 

Es globalmente conocida la bandera democrática que fundamenta casi todas las acciones de Estados Unidos en el exterior, luchando por una absoluta y continua participación de la ciudadanía en la política nacional. Sin embargo, recordemos que en cuatro ocasiones no se declaró como Presidente electo a aquel que fuera elegido por el voto popular norteamericano. La última vez que esto ocurrió fue en las elecciones del año 2000, cuando George W. Bush ganó con 271 votos electorales contra 266 de Al Gore, aun cuando este último tenía una ventaja de 543,816 votos populares. ¿Democracia?

 

Estabilidad

 

Este término se entiende generalmente como el mantener la vida interna de las sociedades y las relaciones entre éstas en un estado de equilibrio homeostático, sin cambios importantes, lo que, llevándose a un extremo, pudiera significar que el régimen más estable es, en realidad, una dictadura.

 

No obstante, Estados Unidos sufrió un aumento del 3.8% en la tasa de desempleo entre 2008 y 2010 (de 5.8% a 9.6%) con un máximo de 10.1% en octubre de 2009, lo que sin duda es un cambio importante, junto con las otras consecuencias graves de la crisis económica reciente, provocando descontento en la opinión pública y propiciando, entre otras cosas, el regresó de la mayoría republicana al Senado. ¿Estabilidad?

 

Medidores… ¿de qué?

 

Los indicadores generales del Índice son: demografía, refugiados, deslegitimación del gobierno, fuga de cerebros, nivel de servicios públicos (educación, salud, etc.), inequidad, compilado de problemas cotidianos (negligencia gubernamental a persecuciones, grupos que buscan autonomía, etc.), derechos humanos, decadencia económica, situación y composición de las fuerzas de seguridad, facciones internas e intervención externa. Pareciera que estos indicadores contemplan todos aquellos aspectos que tienen que ver con el desarrollo, independencia y estabilidad de un país, sin embargo, su medición deja mucho a la imaginación la manera en la que se perciben o califican algunas características.

 

En el caso de la demografía no se explica de qué forma se toma en cuenta la tasa de cambio demográfico. Por ejemplo, en países como Polonia, Italia o Alemania, la tasa de crecimiento al 2009 era del 0.5% (casi nula), colocándolos en el lugar 220, 219 y 216, respectivamente, de un total de 231 países. Sin embargo, no se consideran las posibles consecuencias –en su mayoría negativas- del aumento de la edad promedio de la población (como la disminución del grueso del cuerpo laboral generando dependencia hacia otras fuentes de fuerza laboral).

 

En el caso del indicador referente a los refugiados, se analiza el número de personas que al año salen del país dadas las condiciones de vida. Pero, en la explicación de dicho parámetro, no se especifica cómo se contemplan los estragos sociales, políticos y económicos en los países que más refugiados aceptan cada año. Por ejemplo, entre el año 2000 y el 2009, Canadá recibió a más de un millón de personas que solicitaban el estatus de “refugiado”, lo que sin duda acarrea una serie de consecuencias que no se desarrollan detalladamente en este indicador.

 

Cuando se explica el parámetro que compila los problemas cotidianos, se habla de la persecución activa por parte del gobierno hacia grupos independentistas, subrayando casos como el de Sudán; Mas no aclara cómo se consideran y se califican los grupos separatistas vascos (al norte de España) o los grupos en Sicilia y Cerdeña (en Italia). Ya que éstos son un problema relativo a la situación de cada país, la metodología no sugiere una ponderación de acuerdo con las circunstancias particulares de cada Estado.

 

Otro de los indicadores -el más complicado de entender de este método clasificador- es “intervención externa.” No queda del todo claro cómo se diferencia la autonomía de un país respecto a otro. Si se observa la calificación que tiene cualquier país de la Unión Europea en cuanto a influencia externa, se observa que todos presentan números bajos (poca intervención), pero carecen de una explicación sobre cuál fue la lógica para diferenciar la influencia de Estados Unidos en Colombia, y los ajustes políticos y económicos que se le piden a Rumania para poder llegar a ser miembro de la Unión Europea.

 

Subjetividad y otros demonios

 

Considerando que la perspectiva estadounidense/occidental es la única que se toma en cuenta en este estudio, la cual definimos anteriormente como “subjetividad excluyente,” surge una pregunta: para lograr una estandarización de variables que permita la comparación ¿no es necesario buscar la mayor objetividad posible? Dado que siempre existe cierto grado de subjetividad en los estudios, sería deseable buscar, al menos, una “subjetividad incluyente.” Esto es, en el caso del índice de los Estados fallidos, si se consideraran las percepciones que tiene cada nación analizada, sobre sí misma, evitaríamos comparar peras con manzanas.

 

Por ejemplo, si comparamos a Siria, Iraq y Líbano diríamos, sin pensarlo mucho, que Líbano vive infinitamente mejor y es notablemente más estable que los otros dos países, de igual manera, inferiríamos que Iraq está “mal” desde la época de Saddam Hussein -previa a la guerra- y que con el reciente retiro de las tropas estadounidenses, todo empezaría a mejorar. Por último, en el caso de Siria resaltaríamos la mano dura de su gobierno autoritario, que evidentemente merma la calidad de vida de la población. Pero antes de aventurarnos a adoptar estas opiniones, debemos considerar algunos puntos:

 

En Siria, debido a la mano dura de su “presidente,” no se permiten las redes sociales, las reuniones en lugares cerrados y la policía secreta denuncia a cualquiera que hable de “temas prohibidos” –como las drogas o el extremismo islámico-. Sin embargo, pese al régimen autoritario dictatorial –calificado así por aquellos que disfrutan de las libertades occidentales-, la gente vive relativamente feliz, debido a que la población se siente protegida ante la proliferación de células extremistas de la Jihad.

 

En el caso de Iraq , hablando con refugiados de guerra iraquíes, comentaron que, contrario a lo que todos podríamos pensar, extrañan el régimen de Hussein, pues éste brindaba un grado de estabilidad que no permitía las situaciones que ahora los hacen sufrir: los sangrientos enfrentamientos entre los chiítas y los sunitas, los rezagos que acarrea la guerra y la necesidad de convertirse en ilegales de segunda en los países vecinos.

 

Finalmente está Líbano, el paraíso occidental en Medio Oriente, con Facebook, tiendas de diseñador y centros nocturnos que venden alcohol; a pesar de esto, Líbano vive en continua tensión por tener casi 20 grupos sociales diferenciados étnica y religiosamente. Es un país que está en guerra con Israel, que sufrió una violenta guerra civil durante 15 años y que trata de sobrellevar las acciones y la presencia (o ausencia) del Hezbolá (el “Partido de Dios”) en el gobierno.

 

Tomando esto en consideración, ya no es tan fácil decidir qué país vive mejor actualmente, o si las acciones que se realizaron u omitieron en el pasado fueron las correctas. Porque lo que puede ser obvio y primordial para nosotros, puede ser la raíz de innumerables problemas en otras circunstancias, que simplemente son ajenas a nuestro bagaje cultural.

 

En busca de nuevos horizontes

 

La percepción que podamos tener respecto a otras partes del mundo, siempre tendrá implícito un juicio de valor relacionado con lo que cada uno de nosotros considera “normal”, “correcto” u “óptimo”. Sin embargo, debemos plantearnos el investigar un poco más sobre lo que en realidad viven y perciben aquellas personas de las que queremos hablar.

 

Al no poder entrevistar a la población cada vez que hacemos alguna investigación sobre un país, lo recomendable sería la creación de un índice que considere en el proceso de selección de indicadores personas de cada región geopolítica, con el fin de plasmar la verdadera problemática de dichas regiones y que, además, incluya en el análisis la percepción de algunos civiles “desde adentro,” que permita entender cómo interpretan ellos su realidad.

 

La conciencia sobre la situación y la forma de vida de países que no son el propio es primordial para comprender la evolución de los acontecimientos mundiales, que siempre vinculan condiciones que van más allá de las variables puramente políticas o económicas. Sin embargo, la fuente de esta conciencia global debe ser generada a través de una aleación entre datos duros y “subjetividad incluyente.”

 


 

Derechos Reservados © El Globalista México, 2010